Robots sexuales, ¿una alternativa real?

Hoy en día, todavía son muchos los lectores, especialmente jóvenes, que se asombran al toparse con las novelas de Julio Verne. El francés fue capaz de imaginar un futuro lleno de artefactos increíbles que, en muchos casos, acabaron convirtiéndose en realidad décadas después de haberlos plasmado en papel. Ya con esa vitola de visionario a sus espaldas, Verne se consagró, mucho después de morir, como una el padre de la ciencia ficción, cuando en realidad estaba escribiendo fantasía. Su imaginación ayudó, de hecho, a la creación de diversos objetos que aparecían en sus novelas y que fueron llevados a la realidad por auténticos inventores. Era como poner la primera piedra para que alguien con más conocimientos técnicos que él rematase el trabajo. Sin embargo, no  fue el único. H.G. Wells, George Orwell… Muchos escritores han sabido “predecir” lo que ocurrirían décadas más tarde, a veces con una escalofriante precisión.

Cuando la ciencia ficción  se puso de moda, a principios del siglo XX, los robots se convirtieron en personajes muy habituales en estas novelas. Incluso con el salto al cine, en películas tan míticas como Metrópolis de Fritz Lang, encontramos a estos androides pululando entre humanos. Sus funciones podían variar desde ser simples mayordomos cibernéticos hasta los villanos más típicos en ciertas historias oscuras. Había algo inquietante en ellos, esa forma muchas veces antropomórfica de intentar acercarse a los seres humanos, sin llegar a conseguirlo. Películas como Yo, Robot o el Hombre Bicentenario ahondaron en esta realidad, muchas décadas después. Incluso Blade Runner, con sus replicantes, también nos expuso de manera genial la disyuntiva de qué ocurriría cuando los robots formaran parte de la sociedad. Una realidad que para muchos estaba al caer, y que todavía no ha llegado, tal vez por ese miedo que todavía se tiene a que más que ayudantes, los robots acaben convirtiéndose en Terminator. Precisamente, en Blade Runner ya aparece una de las funciones que antes hemos incorporado a la realidad a la hora de crear estas máquinas: la sexual. Hoy en día existen muñecas sexuales hiper realistas que pueden hacer el papel de amantes y prostitutas, como una alternativa al sexo con humanos. ¿Es esto algo con futuro?

Unos robots que ya se están creando

Si pensamos en los robots como androides con forma humana, está claro que todavía nos queda mucho por delante para llegar a esa realidad que tantas veces vimos en  las películas. Sin embargo, estamos rodeados de máquinas, que no dejan de ser también robots en cierto sentido. Desde nuestro ordenador a nuestro teléfono móvil, pasando por los electrodomésticos, o el robot aspirador. Muchos de ellos cuentan ya incluso con programas de Inteligencia Artificial, dotándoles de una capacidad reflexiva que, aun siendo solo un algoritmo, los hace destacar. En el caso de los robots sexuales, han sido uno de los primeros prototipos en ver la luz, hace ya casi dos décadas, en la zona de Asia. La conjunción entre las muñecas hiper realistas y sexys que ya existían con ordenadores que permiten llevar la experiencia sexual un paso más allá.

Prostíbulos de muñecas sexuales

Poniendo todo en contexto, nos damos cuenta de que la función sexual de estos robots ha sido una de las maneras primordiales de crearlos en las últimas décadas. Y es que es mucho más complicado convertir a un androide funcional en camarero, por ejemplo, o en deportista de élite. Los mecanismos que se necesitan para alcanzar esa movilidad y que resulte natural son demasiado complejos por ahora. Se dan pasos en esa dirección, pero todavía no se ha alcanzado el punto necesario para llegar a ello. Sin embargo, en el terreno sexual, los robots sumisos son perfectos como alternativa a las amantes y prostitutas. No necesitan moverse tanto, y sus creadores pueden concentrarse en ciertas funciones muy concretas para crear la “ilusión” de que estos androides están vivos.

Tanto es así que gracias al trabajo de varias empresas asiáticas, a finales de la década de los 2000 las primeras muñecas sexuales robotizadas ya empezaban a venderse de manera masiva. Eran caras, pero también podían ser vistas como una inversión, especialmente si eran escogidas por alguien que quería abrir un auténtico prostíbulo con ellas. Una alternativa que suponía un gasto bastante grande al principio, pero mucho más beneficio posterior que tener que mantener a varias chicas. Los burdeles con muñecas sexuales comenzaron a popularizarse en países como China e incluso llegaron a Europa, aunque las leyes frenaron su expansión. Muchos miraban con recelo este tipo de servicios, a pesar del vacío legal que existía en torno al “trabajo” de estos robots. Cada vez son  más realistas y cuentan con más funciones, pero al final siguen siendo máquinas, y no hay calor humano que valga en estas relaciones.

Argumentos a favor y en contra

La realidad es la que es, y los primeros intentos por convertir a los robots sexuales en alternativas al placer no han salido demasiado bien. Sin embargo, muchos auguran que el futuro del sexo, en varias décadas, estará precisamente en estos androides. A su favor está el hecho de que pueden servir no solo como alivio sexual, tanto para hombres como para mujeres. También son una forma perfecta para practicar en los primeros años de actividad sexual, incluyendo hasta tutoriales y clases prácticas de sexo seguro. Pueden ser además una solución al problema de la prostitución, ya que no estamos hablando de personas que ofrecen su cuerpo, sino de máquinas que ni siquiera tienen consciencia. La personalización de estos robots sexuales cada vez será mayor y podrá motivarnos a elegir a la “pareja perfecta”.

Pero también hay muchos argumentos en contra de este tipo de robots sexuales. El primero, por parte de los propios sexólogos, que aluden al problema que supondría desvirtuar la experiencia sexual del propio contacto humano. Si bien el placer sexual es una parte importante de estas relaciones, otra forma crucial es la propia reproducción. ¿Y si los usuarios de estos robots sexuales se vuelven adictos al placer que ellos ofrecen, dejando a un lado el trato humano? Por otra parte, la futura consciencia de los robots, para hacerlos aún más parecidos a los humanos, provocaría un dilema moral importante en este sentido. ¿Pueden negarse los robots sexuales a tener sexo si no quieren? ¿Estarían programados para ello, sin libertad de elección posible?

¿Son una alternativa para el futuro?

Tanto los que apoyan como los que reniegan de los robots sexuales tienen claro que de aquí a unas décadas, estos pueden suponer una alternativa real en el plano sexual. Si bien los primeros intentos no han salido tan bien como se esperaba, los juguetes sexuales cada vez más modernos están a la orden del día. Estamos abriendo la mente a nuevas experiencias y ya no resulta extraño disfrutar de sensaciones muy ardientes con gafas 3D, por ejemplo. La alternativa de estos robots sexuales supondría un paso de gigante en el cambio de paradigma para un futuro que es totalmente incierto. Sin embargo, queda claro que el aspecto sexual interesa, y mucho, a los que fabrican estos androides, así que no sería de extrañar el ver avances en ese sentido.